Fui desterrado
al país de la inmundicia
donde los ojos gritan
vocales al azar
y desmadran las mareas
con rocío de sangre
en las arcadas de los cielos
Aquí los recuerdos
son fétidos
los sueños
son fétidos
los pensamientos
son fétidos
El olor del tiempo
engangrenado
se mete por la piel
y forma coágulos azules
en el habla elocuente
de los cuerpos
arrumbados
en habitaciones palaciegas
donde han sido derrocados
por el nacimiento
de sus semillas pútridas
Aquí en este país
deambulamos
detrás de los silencios
con paso de alarido
sordo
hueco
mudo
desmantelado
o desgarrado en el fondo
de esta cáscara
que se llama carne
verbo
cuerpo
osamenta líquida
que desgasta su tiempo inútil
en reyertas callejeras
declamando con vehemencia
que el espacio
ha muerto
o pende de un hilo
tragicómico
que se deshilacha
a cada aliento
a cada bocanada
de sabor metálico
con gusto a sangre
Ese sabor metálico
de ausencia
de cosa desmembrada
en los baldíos
por el habla humana
por el encierro
(o el entierro)
del alma
en la palabra
que gotea moribunda
en la afonía
en la desesperación
errante
de los cuerpos
cuya trayectoria
los acerca o los aleja
y que permanecerá
para siempre indefinida.
Sadder
Fotografía: Tommy Ingberg